Protocolos Welfare Quality® de evaluación de bienestar en cerdos

El Esquema de Certificación en Bienestar Animal se basa en una auditoría exhaustiva del bienestar animal mediante su observación directa, así como de su entorno. Estas auditorías siguen las indicaciones marcadas por los protocolos de Welfare Quality®, así como de los protocolos AWIN®.

Los protocolos Welfare Quality se desarrollaron inicialmente solo para tres especies, vacuno, porcino y pollos/gallinas en granja y matadero. No obstante, los operadores que trabajan con otras especies han reclamado en los últimos años que también necesitan este tipo de herramientas. Por este motivo, el IRTA ha desarrollado nuevos protocolos “Welfare Quality Inspired” para la certificación en conejos, ovino, caprino, pavos.

En porcino existen tres protocolos Welfare Quality®: uno para cerdas y lechones, otro para cerdos de engorde y un último para cerdos de engorde en matadero.  

El protocolo de evaluación del bienestar de los animales incluye la granja, el transporte y el sacrificio. El objetivo final es conseguir un protocolo estandarizado que integre distintas medidas y que sirva para valorar y hacer el seguimiento del bienestar de cada una de las especies.

La integración de distintos parámetros es el punto clave de este protocolo, ya que independientemente de si el bienestar se define como el éxito o fracaso de un animal para adaptarse a los cambios del entorno (Broom 1986) se trata, en sí mismo, de un fenómeno muy complejo. Por lo tanto, cualquier intento de valorar el bienestar usando un único parámetro está condenado al fracaso.

Es necesario, en consecuencia, un sistema de valoración y seguimiento que capture variables de fuentes muy diversas. A menudo es posible, y sencillo, simplificarlo observando el ambiente donde viven los animales. Estas medidas basadas en los recursos son a menudo relevantes, pero sólo están ligadas a la experiencia de los animales de una forma indirecta, lo que proporciona grandes listas de cosas que pueden afectar al bienestar de los animales, pero pocos aspectos que lo midan directamente.

Otra opción es fijarse en medidas basadas en el manejo de los animales, las cuales son importantes porque son aspectos que pueden afectar su bienestar. Aún y así, tampoco son medidas directas de este bienestar. Así pues, los dos tipos de medidas (basadas en el ambiente y en el manejo) indican si el entorno donde se mueve el animal es satisfactorio o no, es decir, el riesgo que tiene un animal de tener un bienestar deficiente. No obstante, se basan en la asunción que existe una relación entre estos factores y el bienestar de los animales, por lo que no proporcionan una valoración exacta del estado de bienestar de un individuo en un momento determinado.

La tercera aproximación, y la que toma más importancia en el proyecto Welfare Quality®, es el uso de medidas basadas en los propios animales. El bienestar de un individuo a menudo se evalúa en función del esfuerzo que tiene que hacer éste para poder superar las condiciones sociales y físicas a las que le somete su entorno, lo que es, a su vez, un reflejo de su estado mental. En relación con este esfuerzo de adaptación, el individuo puede encontrarse en tres situaciones distintas. En primer lugar, que el animal se vea superado por las condiciones del ambiente, en cuyo caso puede sufrir enfermedades de índole diverso e incluso llegar a morir. En segundo lugar, que el animal consiga adaptarse a las condiciones ambientales, pero que la superación de estas condiciones resulte difícil desde el punto de vista de los costes que el propio proceso de adaptación tiene para el individuo.

Se han descrito algunas conductas en cerdos que podrían utilizarse como indicadores de un estado positivo como el juego, mover la cola, vocalización tipo ladrido y caminar, las cuales han sido validadas experimentalmente en estudios controlados con el propósito de evaluar la respuesta emocional y en algunos casos la capacidad de empatía. El juego en el cerdo por lo general está asociado a un estado positivo (Marcet et al., 2018). Se ha descrito también la capacidad de empatía en los cerdos, pero principalmente luego de haber experimentado emociones negativas (Reimert et al., 2015), no obstante, es un campo interesante de explorar, ya que el contagio de una emoción positiva podría ayudar a mejorar el estado de bienestar del grupo.

Algunas limitaciones que tiene la información encontrada a la fecha es que los estudios realizados han utilizado principalmente machos alojados en grupo. No se han estudiado signos de bienestar o emociones positivas en hembras y/o que se encuentren alojadas en jaulas, que es la situación que más preocupación muestra la opinión pública.

En cuanto a indicadores fisiológicos, se ha medido la respuesta a oxitocina exógena administrada vía intranasal (Reimert et al., 2015), no obstante, no tuvo el efecto esperado para estimular conductas positivas, ya que tanto los animales tratados como los controles, que experimentaron estímulos positivos, tuvieron la misma respuesta. También se ha medido la respuesta de cortisol salival como respuesta a enriquecimiento ambiental (Rodarte et al., 2004), no obstante, no se observaron cambios significativos.


Un indicador fisiológico que ha dado resultados alentadores para evaluar emociones positivas es la variabilidad de la frecuencia cardiaca (HRV por su sigla en inglés) (Zebunke et al., 2011; Zebunke et al., 2013). Este indicador da cuenta de la activación del sistema nervioso parasimpático y se ha podido ver que los cerdos cuando se alimentan en un ambiente tranquilo las mediciones de frecuencia cardíaca se registran de manera consistente, de acuerdo con lo esperado.

En comparación con estudios realizados en otras especies animales, en el cerdo se ha explorado menos la utilidad de indicadores fisiológicos para evaluar estados positivos de bienestar animal, por lo que aún hay terreno que explorar en esta materia.